Sacerdotes, obispos y el mundo despiden a Benedicto

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La Iglesia católica vive este jueves una jornada histórica. Con toda probabilidad, esa será también la palabra más repetida en las crónicas de los más de 1.000 periodistas de 30 países acreditados estos días para cubrir las ceremonias fúnebres de Benedicto XVI.

Los funerales organizados pondrán fin a estos actos, con el entierro del papa emérito en las criptas de la basílica del Vaticano.

Entre estos dos momentos, la solemnidad y los ritos milenarios de una Iglesia que se originó hace 2.000 años alcanzarán uno de sus particulares cenit.

Benedicto XVI, el prelado alemán que tiró la toalla en 2013 y pidió dejar ser jefe de la Iglesia católica, será despedido en un inusual velatorio.

Lo presidirá su sucesor, Francisco, y lo oficiará (debido a los problemas de rodilla del argentino) Giovanni Battista Re, el decano del colegio cardenalicio.

Será resuelto así uno de los misterios que más han mantenido estos días en vilo a la opinión pública: ¿cómo será el funeral de un papa jubilado?

Finalmente, la respuesta, probablemente ya conocida dentro de los muros vaticanos desde hace tiempo, fue desvelada esta semana por la Santa Sede.

Joseph Ratzinger tiene un velatorio que, a grandes rasgos, calca el de un papa reinante.

Tanto es así que la ceremonia seguirá incluso el rito Ordo exequiarum Romani Pontificis, como establece la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis, de 1996.

Solo habrá algunos cambios debido precisamente a su condición de papa jubilado, puntualizó el martes el portavoz vaticano, Matteo Bruni.

Por ejemplo, dijo el portavoz, no habrá las súplicas finales, las de la Iglesia de Roma y las iglesias orientales, pues son «muy específicas del papa activo», explicó.

Tampoco, tras la sepultura de Benedicto, se declararán las novendiales, el periodo de nueve días de luto que sigue a cada muerte de un pontífice, porque en Roma ya hay un papa vivo y es Francisco.

Escenografía espectacular

La escenografía, por tanto, es un espectáculo como la de otros funerales, incluido el del carismático Juan Pablo II, aunque algo más modesto.

Participan alrededor de 400 obispos y unos 4.000 sacerdotes, todos vestidos con sus paramentos ceremoniales, así como millones de personas que siguen el evento en todo el mundo a través de televisión y cientos de miles lo hacen en Roma y en la misma plaza de San Pedro, abarrotada por peregrinos de todas las nacionalidades.

Aunque oficialmente solo fueron invitadas Italia y Alemania, también se prevé la asistencia de personalidades de varios países, culturas y religiones.

Eso es lo que se ha ido confirmando a lo largo de esta semana (por España, acudirán la reina Sofía y el ministro de Presidencia, el socialista Félix Bolaños), así como incluso representantes de los grecocatólicos ucranianos y de los ortodoxos rusos.

Todos ellos, sin embargo, van a título personal, pues no ha habido una invitación formal del Vaticano, como suele acontecer cuando mueren los papas reinantes.

Italia, país actualmente gobernado por una coalición liderada por un partido de ultraderecha, Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, también avisó de que pondría sus banderas y las de la Unión Europea a media asta.

Esto último en señal de luto, algo que de alguna forma constituye una paradoja, puesto que el Vaticano ha decidido que la jornada no será declarada día de luto en la propia Ciudad del Vaticano.

Razón por la que gran parte de las oficinas vaticanas no cerrarán.

Una incógnita que habrá de esclarecerse será el número de fieles asistentes a las exequias.

Tras los tres días de la exposición pública del cadáver de Benedicto, se dobló el número de asistentes previstos a diario —que finalmente fueron casi 200.000, desde el lunes hasta el miércoles—, y las autoridades italianas mantienen un operativo que involucrará al menos a 1.000 agentes y alrededor de 500 voluntarios.

Aun así, las cifras son, de momento, claramente inferiores a las del carismático Juan Pablo II, cuyo cuerpo expuesto fue visto, según las crónicas de ese entonces, por un millón de personas y que contó con un funeral en el que participaron unos 300.000 fieles.

Polémica ultra

Por supuesto, el gran despliegue vaticano, llevado adelante bajo la égida de Francisco, no ha sido inmune a las habituales polémicas del ala más conservadora de la Iglesia, que ha criticado la ausencia de la liturgia más tradicionalista durante el funeral de Benedicto, en particular el antiguo rito romano.

Esto se debe a Francisco, el cual en 2021 aprobó el motu proprio Traditionis Custodes, que restringe la celebración de la misa tradicional en latín (o rito tridentino, que se hacía con un misal de 1962) y reintroduce los avances establecidos con el Concilio Vaticano II.

Georg Gänswein, quien fuera secretario de Benedicto XVI, también lo ha criticado abiertamente en estos días.

«Creo que el papa Benedicto leyó el nuevo motu proprio con dolor en el corazón, porque su intención había sido ayudar a quienes simplemente encontraron un hogar en la misa antigua, para encontrar paz, para encontrar la paz litúrgica, para alejarlos, además, de Lefebvre», explicó Gänswein en una entrevista publicada el martes por el periódico católico alemán Dei Tagespost.

La polémica, que ha dado lugar a diversos intercambios en las redes sociales y en blogs del sector conservador, no es baladí, dado que sobre el tema hubo una verdadera guerra intestina entre los dos bandos.

De hecho, pese a que el Concilio Vaticano II estipuló que la eucaristía se celebre ya no en latín, sino en el idioma de cada lugar, algunos se han resistido por años a estos cambios.

Otros, como la Fraternidad Sacerdotal San Pío, incluso fueron excomulgados por ello. El propio Benedicto añadió, en cierta forma, más confusión cuando en 2007 redactó el motu propio Summorum Pontificum, que reintroducía el permiso de celebrar en latín, algo que luego fue enmendado por Francisco.

El papa argentino, de hecho, dio marcha atrás y estableció que el misal de 1962 solo se puede usar con una aprobación especial de un obispo (o del Vaticano, en caso de que el solicitante sea un sacerdote que se ordenó luego de la publicación del motu proprio).

Un lío que recuerda que, aun estando él muerto, es muy probable que el legado de Benedicto aún dé que hablar dentro de la Iglesia de Francisco que, más allá de la parafernalia de los grandes eventos, vive tiempos inquietos.


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