Hace sólo un mes, el 24 de noviembre, Serbia y Kosovo alcanzaron un acuerdo sobre la llamada «crisis de las matriculas» para evitar «una mayor escalada» y para la «normalización de sus relaciones».
Con la mediación de la Unión Europea, se había acordado que Serbia dejará de emitir matrículas con denominaciones de ciudades de Kosovo y a su vez Kosovo dejará de realizar acciones relacionadas con la rematriculación de vehículos.
Parece anecdótico pero la hostilidad entre las dos naciones es permanente desde 2008 cuando, tras una guerra, Kosovo se independizó de facto.
Serbia no reconoce la independencia de su antigua provincia meridional -poblada mayoritariamente por albaneses étnicos-.
Para lograr lo que parecía un acuerdo definitivo, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, tuvo incluso que reunirse con el primer ministro de Kosovo, Albin Kurti, y el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic.
Pero el pacto no fue realista y se ha visto superado por los hechos. El caso es que, este martes, Serbia ha puesto sus tropas en estado de alerta.
Etnia serbia frente a etnia albanesa
En noviembre, alcaldes, jueces y agentes de Policía serbokosovares decidieron renunciar a sus funciones y abrir un periodo de vacío institucional en la zona, demostrando así que la «crisis de las matrículas» seguía abierta.
En el norte Kosovo es mayoritaria la población de etnia serbia, frente al resto, donde predomina la de etnia albanesa.
Ya el 15 de noviembre, el partido Lista Serbia de Kosovo declaró su renuncia total y completa a las elecciones locales, donde estaba prevista la elección de los alcaldes de cuatro municipios de mayoría serbia: Mitrovica Norte, Zubin Potok, Leposavic y Zvecan, todos gobernados por alcaldes de esta formación, que habían dimitido cinco días antes.
Tras varias noches de incidentes violentos, la situación terminó por agravarse con la detención de un exagente de policía serbokosovar -uno de los dimitidos- que provocó el levantamiento de la población de la zona con barricadas que han paralizado el tránsito por el territorio, de ahí la intervención de la Policía kosovar.
La respuesta del presidente de Serbia fue anunciar a la OTAN -el pasado 10 de diciembre- una petición para el despliegue del Ejército y la Policía serbios en Kosovo.
La solicitud no tenía ningún tipo de precedente desde el final de la guerra de Kosovo hace ya más de 20 años.
Al día siguiente, se repitieron los incidentes. Disparos, explosiones y bloqueos de carreteras que llevaron a cabo los serbios en protesta por la detención del expolicía serbokosovar.
Ese mismo día, el presidente serbio convocó una sesión del Consejo de Seguridad Nacional en Belgrado.
Llamó a los serbios del norte de Kosovo a no atacar a los integrantes de las misiones de la UE y de la OTAN, pero rechazó las llamadas europeas a que los serbios desmonten las barricadas. «Estoy muy decepcionado.
Están acunando a su hijito, a su hijo albanés, el monstruo que crearon hace 23 años», dijo en referencia a la salida de las fuerzas serbias en 1999.
El Ejército serbio en estado de máxima alerta
Lejos de aplacarse los ánimos, la crisis se ha intensificado. Serbia ha incrementado su presencia armada en la frontera tras las noticias de un presunto tiroteo. Desde Belgrado se dice que se había atacado a personas de etnia serbia, pero Kosovo lo niega.
El presidente serbio dice que tomará «todas las medidas» para proteger a su pueblo y desde la noche de este lunes el gobierno de Serbia ha puesto a su Ejército y a su Policía en estado de alerta reforzada (el más alto nivel de preparación de combate).
La presencia militar serbia en la zona se ha reforzado de los 1.500 soldados actuales a 5.000.
«No hay necesidad de estar en pánico, pero hay preocupación. Obviamente, sólo Serbia cree en que los problemas pueden ser resueltos a través de un consenso política.
La parte opuesta (Kosovo) siempre actúa en solitario», ha dicho el ministro de Defensa serbio, Milos Vucevic.
Los medios de Serbia alarman y aseguran que el gobierno kosovar está preparando un ataque contra zonas de etnia serbia en su territorio, asegura.
Mientras Pristina busca afianzar su soberanía en todo el territorio, Belgrado anima a los 120.000 serbios de Kosovo a desafiar a las autoridades locales.
Las barricadas establecidas por los serbokosovares permanecen en su sitio. Desde el 10 de diciembre, montan guardia en todas las que instalaron en los pasos fronterizos de Bernjak.
Mientras tanto, personas encapuchadas atacaron con piedras a un equipo de reporteros locales en la aldea de Zupc donde vive la mayoría serbia. La Asociación de Periodistas de Kosovo asegura que es el cuarto ataque contra reporteros en la región en el mes de diciembre.
¿Está Rusia detrás?
Serbia y Rusia son aliados tradicionales. Tras la invasión rusa de Ucrania, Serbia se negó a unirse al régimen de sanciones de la mayoría de países europeos.
Al contrario, en mayo pasado, su presidente firmó con Putin un acuerdo para importar gas.
En agosto, el gobierno de Kosovo aseguró que Rusia apoyaba las tensiones étnicas que Serbia, a su entender, estaba avivando.
El presidente kosovar, Vjosa Osmani, ha llegado a decir que Putin podría ampliar a Kosovo el actual conflicto en Ucrania. De ese modo, el Kremlin ampliará sus planes para desestabilizar a Europa.
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