Una cumbre fallida en Vilna sería tanto como dar oxígeno a Putin. Y eso es lo que hay que evitar.
El inicio de la cumbre de la OTAN en la capital lituana viene precedido de una intensa división por bloques entre sus 31 países miembros.
Sin embargo, la cita comenzó con buen pie después de que Turquía aceptase anoche ‘in extremis’ la incorporación definitiva de Suecia, país con el que mantiene un antiguo contencioso a cuenta de la política de protección del pueblo kurdo que tradicionalmente defiende el país nórdico.
Tayip Erdogan llegó a Vilna manteniendo su veto a Suecia hasta que la Unión Europea acepte a Turquía, cuestión que seguirá pendiente de ser debatida en otro contexto, y no lógicamente en una reunión de la OTAN.
Pese al buen arranque de la cumbre, el complejo juego de equilibrios seguirá dificultando aspectos esenciales del funcionamiento de la alianza.
De momento, Ucrania no será aceptada en la OTAN, precisamente por las reservas de países como Alemania y Estados Unidos. De cualquier modo, si en algo no debe concluir esta cumbre es en dar oxígeno a Putin.