La revuelta contra el presidente de Rusia, Vladímir Putin, se desvaneció después de que el comandante mercenario rebelde que había ordenado a sus tropas marchar sobre Moscú alcanzó un acuerdo con el Kremlin para irse al exilio y dispusiera la retirada.
Sin embargo, la breve rebelión dejó las vulnerabilidades en las fuerzas del gobierno ruso, ya que los soldados del Grupo Wagner al mando de Yevgeny Prigozhin llegaron sin oposición hasta la ciudad rusa de Rostov del Don y avanzaron centenares de millas en dirección a Moscú.
Según el acuerdo, Prigozhin se exiliará en la vecina Bielorrusia, que ha apoyado la invasión de Rusia en Ucrania. Los cargos contra Prigozhin de organizar una rebelión armada serán retirados.
El gobierno también dijo que no enjuiciará a los combatientes de Wagner que hayan participado en el alzamiento y el Ministerio de Defensa ofrecerá contratos a los que no lo hicieron.
Las tropas de Prigozhin recibieron órdenes de regresar a sus campamentos en Ucrania, donde han estado combatiendo junto a soldados regulares rusos.
Al permitir a Prigozhin y sus fuerzas irse sin castigo, Peskov dijo que el “máximo objetivo” de Putin era “evitar el derramamiento de sangre y la confrontación interna con resultados impredecibles”.
Putin se arriesga a parecer débil, según los analistas.
“Putin quedó disminuido para siempre con este asunto”, dijo el exembajador de Estados Unidos en Ucrania John Herbst a CNN.
Un centro de estudios con sede en Washington afirmó que la rebelión había dejado sobre la mesa “debilidades graves” del Kremlin y el Ministerio de Defensa.
El Instituto para el Estudio de la Guerra dijo que el Kremlin había tenido problemas para plantear una respuesta coherente a la rebelión, y que un motivo probable era el impacto de las fuertes pérdidas rusas en Ucrania.